Si un encuestador saliera a la calle para preguntar a los ciudadanos si creen que un medicamento de marca es más caro que un medicamento genérico intuimos que la respuesta general sería que los medicamentos genéricos son más baratos.
Sin embargo, cada cual, en su faceta de usuario o paciente, puede preferir que le receten una marca o un genérico. Es más, incluso habrá a quien le gustaría tener la posibilidad de actuar como con cualquier otro bien, es decir, poder comparar para finalmente optar por uno u otro producto en base a consideraciones de naturaleza no económica. En estos supuestos, la tendencia a elegir la marca es lógica.
Vinculación emocional
Los expertos establecen una vinculación emocional entre el consumidor y su marca, porque ésta es un componente distintivo que facilita un uso y un consumo concretos. Asimismo, indica la procedencia del producto y asocia el mismo a una reputación del fabricante y a unos estándares de calidad. Todo esto es aplicable, naturalmente, a los medicamentos, de los cuales, además, podemos señalar algunos elementos específicos adicionales. El primero es que la marca es especialmente adecuada para el medicamento que identifica.
En el caso de los medicamentos, y a diferencia de otros productos de consumo (donde la decisión responde únicamente a criterios del fabricante), la marca propuesta por el laboratorio farmacéutico debe ser aprobada por las autoridades sanitarias con el objetivo de verificar que dicha propuesta se ajusta a la finalidad concreta del medicamento, evitando además que se confunda con otros productos de farmacia.
Como segunda característica adicional, la marca está diseñada para que sea más fácil de recordar y utilizar que el nombre de los componentes del medicamento, es decir, los principios activos. Parece mucho más sencillo referirse a un medicamento con su marca que citar sus -a veces dos o tres e incluso más- principios activos.
Pero aún teniendo solo uno, los nombres de muchas de estas moléculas suelen ser difíciles de pronunciar: piketoprofeno, doxilamina succinato, acenocumarol, racecadotrilo o ranibizumab por citar algunos, desde luego mucho más difíciles que sus respectivas marcas registradas (Calmatel, Dormidina, Sintrom, Tiorfan o Lucentis).
En otros casos, los principios activos son tan parecidos entre sí que no resulta fácil diferenciarlos para los no expertos: paricalcitol, paracetamol o pantoprazol, todos ellos ejemplos de principios activos de uso habitual, con nombres similares, pero con efectos farmacológicos muy diferentes. El tercer elemento específico adicional es que la prescripción por marca evita cambios en la dispensación. La ley establece que, con carácter general, en la farmacia debe dispensarse el medicamento prescrito, en este caso el identificado con la marca.
Esto no ocurre si en la receta se señala solo el nombre del principio activo, pues son diversos los envases posibles en el momento de la dispensación y, ante este supuesto, el farmacéutico puede elegir cualquiera de ellos. Y debe hacerlo cuidadosamente para evitar ciertos cambios que puedan llevar a que el paciente (especialmente de edad avanzada o polimedicado) se confunda y considere que dos medicamentos con envases diferentes y distintas formas o modos de presentación no son la misma cosa.
Por último, el uso de la marca fortalece a las empresas que más invierten en investigación y que realizan todo el complicado desarrollo científico de los medicamentos originales, pero también a otras compañías, muchas de ellas de ámbito nacional, que llegan a acuerdos de licencia con aquéllas.
Las farmacéuticas que registran medicamentos de marca son, en definitiva, las que generan el progreso de la terapéutica. En estas circunstancias, podemos considerar que la elección de la marca es una forma de estímulo del avance científico, lo cual termina reportando beneficios al paciente, al profesional sanitario y no sólo a la propia industria innovadora.
En resumen, la marca se alinea con el progreso, evita confusiones, se asocia a la responsabilidad empresarial y favorece la adherencia en los tratamientos. Diríamos que, al menos en este sentido, la marca no tiene contraindicaciones.
Adaptado de: El Economista
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