Todos conocen los riesgos que conlleva consumir narcóticos y la guerra letal que se libra en su contra. Pero probablemente haya muchas más muertes causadas por medicinas terapéuticas peligrosas.
Tanto los fabricantes que quieren reducir costos como los falsificadores, ganan billones de dólares al año manipulando productos que pueden provocar la muerte y que puedes adquirir en línea o hasta en la farmacia de la esquina.
La primera vez que me topé con medicinas peligrosas fue cuando evaluaba unos proyectos de SIDA y de malaria al sur de África hace ocho años.
Los pacientes morían porque las pastillas no generaban el efecto esperado. En cambio, contenían cal, talco, pintura y en ocasiones hasta metales pesados, en lugar del medicamento.
Organizaciones terroristas como Hezbolá se han beneficiado de este comercio, pero hasta ahora ningún grupo lo ha usado como arma. Muchos fabricantes de malos productos no tratan de matar a los pacientes.
Lo que quieren es hacer dinero y simplemente no les interesa quién salga lastimado o incluso muera en el proceso.
Es imposible conocer el tamaño exacto del comercio o su impacto letal. Algunos estiman que puede provocar hasta 700,000 muertes al año en todo el mundo, pero yo calculo que las medicinas malas pueden provocar, al menos, 100,000 fallecimientos al año.
Algunos mercados casi no son afectados, mientras que otros están repletos de productos deficientes.
"La falsificación farmacéutica es un negocio de bajo riesgo pero de grandes ganancias que atrae a empresarios y criminales organizados", dice John P. Clark, vicepresidente y jefe de seguridad de la compañía de medicinas Pfizer. "Lo que antes se veía como un problema limitado a las medicinas de estilo de vida, ahora se reconoce como una amenaza de la que ningún área terapéutica es inmune".
Hasta un tercio del mercado de los medicamentos contra la malaria son, de alguna manera, sospechosos, mientras que el 10% de todas las medicinas esenciales en los mercados de países emergentes no logran superar las pruebas básicas de calidad.
Aunque Estados Unidos se encuentra en una mejor posición —mucho menos del 1% de todas las medicinas son defectuosas— si tan solo se afectara el 0.001% de las 4 billones de recetas que se emiten en este país cada año, hasta 40,000 recetas podrían resultar mortales.
Aún más preocupante, los incidentes por medicinas letales están a la alza en los Estados Unidos. Las falsificaciones de heparin, un medicamento para la sangre, mataron a 149 estadounidenses entre 2007 y el 2008, y puede ser que muchas muertes más pasen desapercibidas cada año.
En muchos de los casos, no se sospecha de ningún crimen porque muchas veces los consumidores están bastante enfermos, por lo que la evidencia desaparece. Si un pariente con un problema del corazón muere por un ataque cardiaco: ¿quién pensaría en investigar la medicina?
Antes de la guerra civil en Siria, Damasco, la capital de ese país, era el hogar de una gran operación de medicamentos falsos que obtuvo millones de dólares entre el 2003 y el 2009.
Fabricaban más de 80 marcas —incluyendo Plavix, uno de los medicamentos para el corazón más recetados— de medicinas falsas muy convincentes, solo reconocibles por expertos. Sin embargo, ninguna tenía los ingredientes correctos. Antibióticos falsos y medicamentes contra el cáncer y el corazón penetraron en los mercados más importantes de Medio Oriente.
Aunque parte de la operación fue desmantelada en el 2009, algunos miembros de la banda huyeron y se volvieron a reunir en Iraq e Irán. Mis fuentes en el Medio Oriente creen que esta banda ya reinició operaciones en Damasco, sobornando a oficiales para que se hagan de la vista gorda.
Lo más preocupante para los estadounidenses es que ellos pueden ser los causantes de la falsa medicina del cáncer, Avastin, que emergió en California, Illinois y Texas entre marzo y abril.
Las autoridades de Estados Unidos tienen limitaciones para combatir el comercio ilegal fuera de su país. Actualmente, la ley internacional es inadecuada para combatir a los grupos que fabrican medicamentos falsos, y se necesita un tratado global para combatir la producción de ese tipo de productos. Soy optimista y espero que esto cambie en la próxima década; las leyes internacionales se fortalecerán y los esfuerzos globales en contra de los falsificadores pondrán un freno a sus actividades.
Pero no estoy tan seguro de que los gobiernos puedan atacar efectivamente a los productores legales que hacen malos productos. Estas compañías pagan sus impuestos, ofrecen trabajos y cuentan con peso político en varios mercados emergentes.
La despiadada competencia entre los fabricantes de productos químicos y medicinas mantiene los precios bajos, pero también lleva a tomar atajos. En algunos mercados nacientes, existen más de 300 marcas del mismo tipo de medicamento. Los reguladores locales no cuentan con suficiente personal debidamente capacitado como para producir una minuciosa inspección de todas las plantas de producción o para inspeccionar los productos en el mercado.
En consecuencia, muchas veces las compañías se salen con la suya, con una producción de baja calidad.
Peor aún, estos productores le ganan a mejores productores por el precio, y algunas veces obligan a jugadores más responsables a retirarse del mercado.
Productores chinos e indios dominan muchas categorías de medicinas en mercados emergentes, notablemente poco efectivos. Aunque algunas de estas compañías hacen buenas medicinas, en ocasiones envían productos de menor calidad a mercados pobres.
Hasta que los reguladores y consumidores en mercados emergentes demanden mejores productos, decenas de miles morirán a causa de los medicamentos de baja calidad y desafortunadamente algunos de estos productos también llegarán a los mercados estadounidenses.
Fuente: CNN, Autor: Roger Bate, residente académico del American Enterprise Institute y autor de “Phake: The Deadly World of Falsified Substandard Medicines”.